Pies para qué os quiero... si tengo un patinete



El otro día paseaba por la calle y FIUUUUUUUUUU me adelantaron por la derecha. ¡Mequetrefes! ¡Por la derecha no! Después por la izquierda... FIUUUUU ¡Vaya! ¡Que no me da la gana! Seguí caminando Atocha arriba y, de repente, los mismos dos hombres que me habían adelantado se habían bajado de sus patinetes para cogerlos, llevarlos a cuestas y pasar las obras de la calle. Los adelanté, orgullosa y, dos minutos después. FIUUU FIUUUUU. ¡Basta ya de patinetes! 

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Imagen de El Roto

Oh, la domótica

Hace no mucho discutía con un chavalillo amigo mío sobre la revolución de las casas con tecnología domótica. ¿Os acordáis de esa súper revolución? Buah, tíos, era un pasote. Por un momento en todas las películas estaba el típico galán buenorro que en su casa daba una palmada y se encendían las luces, dos y se apagaban, tres y se abrían las cortinas, cuatro y se cerraban... cinco y ya se marcaba un flamenquito ahí mismo que dejaba a la mujer flipada y alucinada y se quería casar con él.

Resultado de imagen de google homeEsto bueno, no se ha llevado a cabo tal y como lo pinto aquí pero Google se ha acercado mucho a esta realidad con su Google Home. ¿Sabéis de lo que hablo? Es un pequeño aparatito blanco que te hace caso, a veces; juega contigo, a veces; te pone música, a veces; y te hace fardar un rato largo con tus amigos, siempre. El otro día en casa de otro amigo, ¡madre, la de amigos actualizados que tengo!, nos enseñó a su pequeño minihome. Nada más llegar a casa le ordenó "Google, las luces". Y se hizo la luz. Google, la música. Y se hizo la fiesta. Si nos movíamos al baño decía, mirando al techo, esperando la presencia de quién sabe qué, Google, más alta la música. Y la música se subió de volumen solo en el baño. Lo mejor de todo fue el momento en el que nuestro amigo se integró en el grupo y jugó con nosotros a un juego. La función del Google Home era hacernos las preguntas, decirnos si eran las correctas y reírse, en muchas ocasiones, de mí. Vale... a veces soy un desastre con estas cosas. 

Oh, los pedidos a domicilio

Mucho se ha hablado últimamente de la verdadera situación de los Glovo y Deliveroo. Aunque todos la sabemos más que de sobra: a quienes le sobran quince euros de sueldo se los gasta en un pedido a domicilio para no tener que salir de casa y que ese beneficio, al que se le resta lo que se lleva la empresa, los cargos personales, los impuestos como autónomo y las mentiras empresariales, será el nuevo salario de los que cada tarde y noche se patean ciudades como Madrid a pedalada para llegar a un hogar al que servir la comida. Por cierto, añado, ayer me subí al Metro y vi a un Glovo subido en él. Una mujer criticó: mira qué listo, este no se cansa. Y yo pensaba: lista usted señora, que pide a domicilio y se cansa menos. ¡Ay, esa paja ajena que se ve más que la viga en ojo propio! 

Oh, los patinetes

Y qué tendrá que ver todo esto con los patinetes, os preguntaréis. Pues ya no me acuerdo. Pero ahora mismo sacamos una  relación directa: nos hemos vuelto unos vagos del copón. No es que yo me haya enfundado en la manta de lo veggie, natural y anti-contaminación. No. Tampoco es que tenga una manía tremenda a quienes se apuntan al carro de la modernidad. ¡Allá que vamos todos! Evidentemente creo que los avances tecnológicos son necesarios pero, ¿es también necesario que nos volvamos unos vagos? ¿Es la vaguería un avance en sí? Cerrada estaba Gran Vía el otro día cuando tres o cuatro personas muy cabreadas se bajaron en Sol y decidieron, con determinación, coger un patinete eléctrico para llegar a Gran Vía. ¡Buena opción! Si no fuera porque la distancia entre Sol y Gran Vía es, únicamente, de una calle: la calle Montera. 

Oh, ¡Mundo Chic!

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No creo que el mayor problema de los patinetes sea su regulación o la falta de ella; ni su convivencia vial con otras formas de transporte como la bicicleta o el automóvil. Creo que el problema está bajo todo esto, el problema es la realidad del Mundo hacia el que avanzamos. Pronto seremos personas chics que, despreocupadas por cuestiones vitales como la economía o la sostenibilidad, nos subimos en patinetes que nos transportan al trabajo donde, sin duda, no dudaremos en asumir las condiciones laborales impuestas. Qué más da, si por el camino no nos hemos cansado... Después saldremos del trabajo tras un largo horario no regulado en ningún convenio y aceptado "porque no hay otra" y llegaremos a casa a una hora en la que apenas habrá supermercados abiertos. Allí elegiremos: nos acercamos al 24 horas que nadie pone en duda porque nadie duda que también se debe trabajar de noche o pedimos a un muchacho que pedaleará con nuestra comida hasta nuestra casa. Ya dentro de ella daremos dos palmaditas para encender la televisión y una para apagarla desde el sofá, donde tampoco debemos efectuar ningún movimiento porque desde el móvil podemos activar la lavadora y la secadora. No nos moveremos nada pero, eso sí, nos apuntaremos a un gym (con suerte) o a unas sesiones de electroestimulación para adelgazar y mantener la línea y no dudaremos en probar el Crossfit porque... ¿para qué movernos un poquito cada día pudiendo destrozar nuestro cuerpo en 20 minutos semanales? 

No, no creo que los patinetes sean el problema, ni los móviles inteligentes, ni la domótica. El mayor problema es que nos estamos olvidando de nuestras piernas y, un día, ellas se van a olvidar de nosotros. Termino este monumental cabreo con dos frases de Marx que dibujan de manera real lo que somos y por qué lo somos. ¡Oh esta infame comunista!, diréis. Pues decid lo que os venga en gana pero, si lo decís en patinete, no podré escucharlo porque me adelantaréis mientras tanto:

“Igual que en la religión el hombre es dominado por el producto de su propia cabeza, en la producción capitalista lo es por el producto de su propia mano”.
“La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”. 


¡Larga vida a quienes viven!

Comentarios

  1. Quien no aprende a vivir de los pequeños detalles que nos regala la vida, necesita "vehicular" sus piernas a base de baterías. Este mundo está cambiando de manera terrible.
    ¿Te imaginas a los abuelos en patinete eléctrico durante el invierno?
    La vida tal cual nos la quieren colocar.
    Muy buen artículo.

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